Carta al otoño: que me puso a pensarte entre tanta soledad
- Daniela María Vargas R.
- 18 nov 2017
- 3 Min. de lectura

El otoño llegó justo cuando tú te fuiste, ¿o debería yo decir?: justo cuando yo me fuí. El otoño llegó para transformar los recuerdos y los lasos que nos unen. El otoño llegó para borrar las memorias del verano y enseñarnos a disfrutar del frío también.
El otoño llegó y tú no estabas. El otoño está aquí y tú no. Y si te soy sincera, este tiempo ha estado seco y no han sido muchas las lágrimas, este otoño nos lo esperábamos desde hace varios meses y cada día sin darnos cuenta nos íbamos preparando para él. Pero al parecer no fue suficiente, no llegué aquí preparada para este nuevo comienzo. Y es que ¿cuándo está uno de verdad preparado para algo? Si me pongo a pensarlo nunca he estado totalmente preparada para nada. Porque todo en la vida es tan incierto, tan efímero a veces, que no hay manera de estar listo para lo que se viene, porque nunca se dimensiona realmente lo que eso es.
Nunca estuve preparada para nada de lo que he emprendido en mi vida; nunca estuve preparada para irme y no estoy preparada para volver. Y no sé si me pasa solo a mí que opto por creer en mí misma y creerme lo que digo, aunque en el fondo hayan miles de dudas rondado en mi cabeza. He predicado mil veces sin pensar si en realidad aplico aquello que digo; suena bonito porque se que lo dices a otro y entonces luego, luego de escucharte a ti mismo diciéndolo es que te das cuenta que deberías empezar a hacerlo.
Entonces aquí concluyo que no necesito estar preparada para nada, porque la preparación ha sido mi excusa para aplazar mil veces algo que debería hacer inmediatamente, sin temor a equivocarme y con la valentía suficiente de pararme en caso de caer al primer intento. Tú no sabes cuántas veces he empezado a escribir esta carta, casi desde que empezó el otoño y mira, ya hay nieve, ya lo estamos despidiendo y apenas me decido a terminarla.
Así que no me malinterpretes si te digo que no estábamos preparados, por mi parte no se trata de algo personal, es simplemente que nunca he estado preparada para nada. Cada vez que me abraza el viento sigo sintiendo frio. Cada día que me despierto y veo cómo los árboles han cambiado su color me sorprendo. Cada vez que escucho el sonido de mi zapato pisando las hojas secas que aun no se han ido, siento esa necesidad de hacerlo una vez más y de seguir explorando sobre ese camino.
Y así cuando por fin me siento a gusto con mi soledad, algo pasa, algo cambia, una nueva pequeña prueba se acerca a recordarme que puedo ser tan frágil como la hoja que se lleva el viento o tan fuerte como el tallo que permanece firme sin importar las circunstancias climáticas. Cuando por fin me estoy disfrutando el otoño, llega la nieve a recordarme que el invierno se acerca. Y que tú no estás. Que este invierno será diferente y que me tengo que empezar a “preparar”.
¿Pero qué te puedo decir? No todos los días me siento así, como un alma vacía que no se llena con nada. Otros días soy el alma de la fiesta. Y otros soy un alma curiosa que busca aventura y disfruta de la soledad. Pero sabes qué es lo importante de todo esto, que soy un alma que le ha perdido el miedo a los cambios.
No tengo miedo a equivocarme o a no estar lista para dar el siguiente paso. No tengo miedo a ser diferente todos los días y a cambiar de parecer cada día de por medio. No tengo miedo a estar sola en este invierno, porque estoy curiosa de saber qué más puedo conocer de mí… sí, de la versión de mí misma sin ti. Esa versión valiente que no teme a lo que vayan a decir o a pensar, que grita a los cuatro vientos lo que tenga que sacar de su ser y que no tiene miedo a llorar o a reír o a volar o simplemente a vivir como una humana más.
Comments