Cuando te quedes sin palabras
- Daniela María Vargas R.
- 20 ago 2019
- 2 Min. de lectura

La verdad es que desde pequeña he amado escribir. Tenía cuadernos llenos de poemas de amor sin remitente, porque para ese entonces el amor era lo que entendía o veía en mis papás como pareja. Tenía documentos Word con canciones que componía, la mayoría de ellas llenas de drama; cosa por la que no culpo a la vida, pues siempre ha sido muy amarilla y llena de luz, pero seguramente sí a la música que crecí escuchando… que siempre era de despecho, Darío Gómez por parte de mi papá y Jorge Oñate por mi mamá.
Seguí creciendo y lo de escribir se me seguía haciendo muy natural. Siempre les escribía cartas eternas y profundas a mis papás; y seguía escribiendo ya no solo en cuadernos, sino en los estados de Hi5, Messenger y demás. Era la encargada de escribir las palabras para cualquier evento familiar o incluso del colegio. Era la encargada de escribir la tarjeta de cumpleaños para las tías y a la que ponían a ‘inspirarse’ para cualquier cosa en el salón de clases.
Hace como 5 años creé mi primer blog: Palabras sin enviar; en el que dejé de escribir por boba, literal. Y hace 2 decidí seguir publicando lo que escribo y haciendo lo que amo, por lo que creé Cartas sin enviar. Sin embargo, no todo lo que escribo lo publico. Mi computador está lleno de documentos con nombres raros, con textos que simplemente se me ocurren de un momento a otro. Mis cuadernos llenos de frases y reflexiones. Así que cualquiera diría que soy muy buena con las letras, con las palabras… muy buena escribiendo.
Pero la verdad es que como todos a veces me quedo sin palabras. Y justo me pasa cuando menos debería. Recuerdo que hace unos años un amigo, que aunque ya no era el más cercano era muy importante, sufrió una pérdida y cuando me di cuenta nunca supe qué decirle. Me quedé sin palabras, muda, sin poder manifestarme. Y el error no es ese; el error es que nos quedamos buscando las palabras y dejamos pasar el tiempo sin que ellas aparezcan. Y por lo tanto nosotros tampoco aparecemos.
A mi amigo le hablé casi un año después de todo, obvio no le hablé como si nada, le escribí primero disculpándome y luego explicándole el por qué de mi ausencia; para saber que al final nunca supe qué decirle. Nunca encontré, ni llegaron las palabras perfectas… porque sencillamente no las hay. Entonces ahí entendí que aunque no hayan palabras, siempre habrá una manera de demostrar que estás ahí. Que de alguna forma aunque no puedas descifrar lo que sientes, estás sintiendo y te está importando.
No fue la única vez que cometí ese error. Ya me ha pasado varias veces. He visto también como a mis amigas les pasa. Cómo en mi familia tantos nos hemos quedado buscando y hemos perdido así el tiempo. Así que hoy escribo esta carta para que no les pase y entiendan que cuando te quedas sin palabras, es de esos casos donde no te puedes quedar esperando, por el contrario sí o sí tienes que salir a buscarlas.
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