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Carta para antes de ir a dormir

  • Daniela María Vargas R.
  • 17 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

Soy una dormilona a morir. Las siestas de media hora no se hicieron para mí. Y 5 minuticos más nunca son suficientes. Así que sí, mi cama es mi gran amiga y compañera de placeres, mi almohada la que escucha lo que pienso, mi cobija la que protege mis ideas y mi pijama la que me convierte en una soñadora más.

Pero unos minutos antes de dormir algo más pasa en mi cama, cuando me desconecto del mundo y quedo en silencio reunida conmigo misma. Con la versión buena y mala de mi conciencia que se la pasan discutiendo mientras hago un recuento de mi día en 60 segundos y me repito en mi mente: “mañana será incluso mejor”, sin importar realmente si el hoy fue un día muy feliz o no, “mañana es un nuevo comienzo” y aunque suene muy trillado ese pensamiento tiene la magia que me hace sonreír y agradecer por despertar al día siguiente.

Cuando el balance del día termina y mis ojos no tienen la fuerza para abrirse de nuevo, llega la mejor parte de mi monólogo con la almohada, la parte donde todo lo que imagino se hace real en mi mente; la parte en la que me empodero de un futuro que, aun sin tener sentido, podría ser el mío; la parte en la puedo ser todo lo que quiera ser y no me pongo límites, ni me invento excusas. Esa fase en la que se me ocurren las soluciones de todos mis problemas, que por cierto difícilmente recuerdo al día siguiente.

Esa parte en la que deseo sin miedo a aceptar que eso es lo que quiero; donde no hay ideas estúpidas o locas, sino ideas posibles. Esa parte en la que sonrío aun sin darme cuenta y silencio cualquier pensamiento medianamente negativo; esa parte donde me creo todo y mucho más de lo que soy.

Esa es la delgada fase entre estar despierto y profundamente dormido. Pero sobre todo es el momento en el que recuerdas que tienes un alma soñadora adentro. Que tu alma está viva y llena de deseos locos o cuerdos que aunque vayan o no a ser realidad están dentro de ti para hacerte la vida divertida, o difícil a veces ,pero sobre todo para llenarte de motivos para seguir en el camino luchando por el que elegiste entre todos ellos.

Por eso hoy te invito antes de ir a la cama que sueñes, como niño, como loco, como adulto, como profesional, que sueñes en grande. Que te imagines trabajando en el top numero 1 de empleos en tu área, que dibujes con la almohada al hombre de tus sueños sin defecto alguno, que abordes un avioncito de papel que te lleve a recorrer el mundo. Que sueñes alto, muy alto, porque aunque subas poquito a poquito, la vida es mejor cuando crees que lo imposible puede ser posible gracias a la magia especial que tú llevas dentro.

Y si tú me estás leyendo y crees que estuve tirando papelitos brillantes de colores por la boca todo el tiempo mientras escribía esta carta y que es demasiado cursi. Demasiado rosa. Demasiado mágica para tu gusto. No te culpo, soy de esas almas libres que se deja llevar por las emociones, por la nieve y la navidad, pero tu míralo de esta manera: la vida siempre fue más interesante por esta época cuando creías en el Niño Dios que aparecía milagrosamente en tu pesebre o en Santa que visitaba el árbol justo cuando tú estabas dormido. La vida siempre fue más interesante cuando creías que la visita del Ratón Pérez era más importante que verte feo con el mueco.

Por eso hoy y siempre cree en ti, en que tú es el único que puede hacer realidad esos sueños chiflados que se te pasan por la mente antes de ir a la cama, yo por mi parte te auguro un despertar más interesante.

Si te vas a dormir, que sea con sueños.


 
 
 

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