Fluir con tres puntos suspensivos
- Daniela María Vargas R.
- 11 mar 2018
- 3 Min. de lectura

Vi las fotos colgadas con ganchitos de metal. Su cara perdida entre otras tantas, la mía repetida una vez más. La sonrisa se ve, pero la felicidad no se percibe. Las memorias son borrosas y el amor… está perdido. Tienen meses de estar ahí, como parte del paisaje, son inquilinas de la costumbre. Nada de especial, nada diferente. No transmiten, no hablan, no duelen, pero tampoco hacen sonreír.
Por primera vez en meses me detuve a mirarlas y entonces supe que se tenían que ir.
Se tenían que ir y con su despedida todo iba a cambiar. No podía dejar simplemente el vació en el cuadro, ni la muestra de que se espera que algo más ocupe ese lugar. No quería arriesgarme a sentir melancolía, porque ni en esta habitación ni en este alma hay cabida para emociones de momento o para remolinos de viento con aires del pasado. No las quemé, ni las boté, intentar desaparecerlas es inútil y en todo caso no es mi intención; pero tampoco fueron a un lugar especial, o una caja de recuerdos. Están dentro del cajón donde pongo las demás fotos que no caben en la pared. No hubo lágrimas, ni risas, el cuarto se siente sereno, las ventanas están abiertas y el viento ni silva ni arropa.
Fui por un vaso de agua para pasar ese algo que no son “las penas”, y que seguramente no tiene un nombre, pero sigue siendo algo. Y entonces entendí que esta etapa, que comenzó con pellizcar el ganchito para descolgar algunos recuerdos, se llama fluir... La llamo así porque fue natural, sin presiones, sin afanes, sin apremios. Simplemente llegó, tocó la puerta con delicadeza y sin más ni menos se apoderó del momento, dejándolo pasar. Como una hora más del día, como un paso más del proceso, como una ola más del mar, como una gota más que cae del cielo sin hacer tormenta, sin causar lio. Fluyó como fluyen los momentos bonitos de la vida que están hechos para suceder en el tiempo perfecto.
Por eso hoy les digo: fluyan al ritmo que la vida les vaya pasando. No se apresuren a hacer cosas que creen que tienen vivir así porque todo el resto del mundo lo ha vivido de esa manera. No sigan los pasos de las revistas, ni de ninguna fuente que les dé pasos para vivir la vida, o una etapa de ella, o un pedacito de ella. Siga su flow, vaya a su paso, aprenda a entender el ritmo de su día a día, entienda su propio proceso. No lo compare, no lo idealice. Véalo tal y como es, sea transparente con usted mismo y vaya al son de las olas.
Pero ojo, no se confíen de la marea, ni del cielo claro y despejado, porque no solo se trata de dejarse llevar, sin hacer nada para llegar a donde se desea. Se tiene que saber para dónde se va, o por lo menos tener una idea. Se tiene que estar alerta, direccionando las velas hacía el destino; alerta, para no resultar luchando en contra de la corriente. Se tiene que estar preparado, porque aunque por lo general las sacudidas después traen su calma, a veces traen sufrimientos innecesarios, a veces dejan daños irreparable. Por eso asegúrese de buscar siempre un equilibrio que le permita disfrutar del paisaje, sin bajar la guardia, sin perder la mira.
Se trata de formar un proceso, con un mismo, con lo que nos rodea, con lo que tenemos y estamos construyendo. Se trata de gozar de cada respiro, de no estancarnos en los problemas, ni crearnos tormentas donde no las hay. Se trata de moverse tan libre como el agua, de ser un mar sereno, un mar tranquilo, para que cualquiera que te esté admirando desde afuera, no tema a navegar contigo.
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