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La verdad es que...

  • Daniela María Vargas R.
  • 8 abr 2018
  • 2 Min. de lectura

La verdad es que no siempre tengo un tema para escribir. La verdad es que no hay nada más difícil que enfrentarse a esta hoja en blanco cuando el corazón y la mente están repletos de ideas que no son fáciles de organizar. Pero al mismo tiempo sé que esta es mi catarsis favorita. Esta hoja en blanco es lo único que permanece en la pintura del presente, y la que imagino en un futuro a corto o largo plazo.

Ha sido una semana de esas que te quitan la respiración y te dejan un nudo. Una de esas que te dejan llena de dudas, pero al mismo tiempo traen respuestas. Una de esas en las que miras atrás para tratar de recordar cómo es que has llegado hasta aquí.

Me siento, reviso mi celular, entro al blog y miro las cartas. Deslizo mi dedo de abajo hacia arriba por la pantalla, mientras veo títulos y fotos. Mientras recuerdo cada café en los que me he sentado a escribir. Todas las carcajadas mientras mi amiga me toma las fotos. La emoción cuando alguien me escribe que le gusta lo que publiqué. Y las maripositas cuando alguien desconocido me felicita. Son tantos pequeños detalles que me hacen sonreír cuando pienso en mi proyecto que a este punto, no entiendo cómo es que hay espacio para la duda cuando pienso en por qué lo hago.

Después de haber empezado una vez y haber perdido el impulso; me tomó mucho tiempo volver a abordarlo. Volver a tener el valor de abrir mi vida, mis pensamientos, mi corazón al que quisiera leerme. Y no lo hice hasta que no me sentí totalmente libre de ataduras. Totalmente amarrada a la verdad. Totalmente confiada de lo que soy. Libre de miedos a equivocarme o contradecirme. Libre para mostrar lo que una mujer a sus 22 años puede sentir, hacer, pensar, frente a la vida, frente al amor, frente a sí misma; esto con el plus de que seguro alguien se iba identificar y entonces no estaría ni tan loca, ni tan sola.

Hoy mientras desenredo el nudo de la garganta, con la ayuda del teclado y un café; mientras envuelvo la culpa en la servilleta que voy a botar una vez abandone la mesa. Reconfirmo que no me he equivocado. Que el sentimiento de “algo estás haciendo bien” sigue latente y vivo. Que mientras haya paz en el entorno y tranquilidad en tu caminar, no debe haber miedo a decir la verdad. Porque visible o no está ahí. Porque ocultarla no la cambia, ni la transforma. Porque hay verdades que están ahí no para hacer daño, sino para ser vividas.

Así que nunca dejen de vivir su verdad por temor a herir alguien; finalmente cuando alguien cree que estás equivocado, incluso si tu no lo estás, siempre te va a intentar condenar por cualquier lado; entonces: verdad oculta es mentira y verdad dicha es puñalada.

Pero no hay verdad que esté oculta por siempre y no hay dolor que sea eterno. ¿Así que díganme si no es mejor decirla?


 
 
 

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